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In Memoriam

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En el día de hoy no murió ningún compañero a manos de la banda terrorista E.T.A.
 
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Recordamos hoy al Policía Nacional D. BERNARDO PÉREZ SOBRINO, asesinado por la banda terrorista E.T.A.

D. Bernardo Pérez Sobrino

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Era de Carrión de Calatrava (Ciudad Real), pero vivía en el País Vasco desde hacía más de diez años. Tres años antes de su asesinato había ingresado en el cuerpo de la Policía Nacional y estaba destinado en Bilbao. Tenía 27 años. Estaba casado con María del Carmen Medina González, también de 27 años, que sufrió un ataque de nervios al conocer la noticia del asesinato de su marido. Bernardo y María del Carmen tenían dos hijos.

En torno a las cuatro de la tarde del 2 de abril de 1984, y mientras tomaba un café en el Bar Bautista del barrio bilbaíno de Uretamendi, un etarra disparó dos veces por la espalda a BERNARDO PÉREZ SOBRINO, policía nacional, hiriéndolo mortalmente en la cabeza. Uno de los proyectiles alcanzó al dueño del establecimiento, Lisardo Landeta Olalde, que tuvo que ser intervenido quirúrgicamente en el Hospital Civil de Basurto de una herida en el brazo.

El etarra entró en la tasca y, tras pedir una consumición, disparó contra Bernardo, que iba de paisano y se encontraba de espaldas al agresor. En el suelo se recogieron, posteriormente, dos casquillos del calibre 9 milímetros parabellum y una bala sin percutir. En la puerta del bar otros dos terroristas esperaban al autor de los disparos en un Seat 133 de color blanco que habían robado veinte minutos antes a punta de pistola. El vehículo apareció, media hora después, en una céntrica avenida bilbaína.

Un familiar de la víctima declaró tras el atentado: "Yo sé que Bernardo no ha hecho nada de lo que se hubiera tenido que arrepentir. Sé que sus asesinos han ido sólo al uniforme".

En 1986 fue condenado a 29 años de prisión mayor, como autor material del asesinato de Bernardo, el etarra José Félix Zabarte Jainaga. Los dos cómplices que le ayudaron a cometer el atentado no han sido juzgados. Zabarte Jainaga, miembro del grupo Vizcaya de ETA, fue detenido en julio de 1985 junto a otros 17 miembros de la banda terrorista. Zabarte fue condenado a centenares de años de cárcel por su participación en varios asesinatos terroristas. La aplicación de la doctrina Parot impidió que saliese de prisión en marzo de 2008, estando prevista dicha salida para 2015. Si es así, para esa fecha habrá cumplido 30 años de cárcel.

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Recordamos hoy al Policía Nacional D. FRANCISCO JAVIER TORRONTERAS GADEA, asesinado por la banda terrorista E.T.A.

D. Javier Torronteras Gadea

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El fallecido tenía 42 años y llevaba 17 en la Policía, 14 de ellos en el GEO. Tenía una interminable hoja de servicios con detenciones de miembros de los GRAPO, la mafia italiana u operaciones contra ETA, entre ellas la desarticulación del 'Comando Donosti' tras la ruptura de la tregua trampa, lo que le valió una Cruz al Mérito policial con distintivo Rojo. A lo largo de su trayectoria también recibió una Cruz al Mérito policial con distintivo Blanco, decenas de felicitaciones públicas. Tras su muerte fue condecorado a título póstumo con la Medalla al Mérito del Trabajo en su categoría de Oro.

Este jueves se cumplen 10 años de la muerte del GEO de la Policía Nacional Francisco Javier Torronteras Gadea, la última víctima del 11M. Dos agentes que estaban presentes ese día en el número 40 de la calle Carmen Martín Gaite de Leganés (Madrid) relatan por primera vez en declaraciones a Europa Press lo sucedido y recuerdan a su compañero fallecido tras la inmolación de la célula yihadista responsable del mayor atentado de la historia de España. Uno de estos testigos relata en primera persona cómo con la ayuda de un inspector sacaron del edificio a su compañero aún con vida.

"La onda expansiva nos dejó medio tontos. Fueron décimas de segundo, estábamos allí y se escucharon los gritos: '¡El compañero!, ¡el compañero!'. Estaba encima del montón de cascotes, tras la explosión salió despedido. Junto a un inspector le recogimos. Se improvisó una camilla con una barandilla de la escalera del edificio que había caído al patio tras la explosión", relata uno de los agentes, que desde ese día padece una pérdida de audición en el oído izquierdo.

"Tengo el recuerdo de entrar y que nos recibieran a tiros. Eran de metralleta o de pistola, pero eran tiros. También se escuchaban cánticos en árabe". Cuando llegaron los policías "el patio interior estaba lleno de mujeres y niños jugando" y hubo que desalojar rápidamente.

Era el 3 de abril de 2004, habían pasado tres semanas y dos días desde los atentados en los trenes y las investigaciones habían llevado a la Policía hasta un piso en Leganés, donde sospechaban que se encontraban algunos autores de la matanza. Cuando los terroristas se sintieron acorralados, en lugar de entregarse, se inmolaron en el interior del domicilio causándole la muerte al veterano miembro de los GEO.

Fueron varias horas de tensa espera. "Teníamos arriba el helicóptero, enfocando con la luz, lo único que se escuchaba de vez en cuando por encima del helicóptero eran los cánticos en árabe que salían de la casa". Durante ese periodo, algunos de los islamistas, entre ellos Jamal Ahmidan, 'El Chino', aprovecharon para llamar a sus familiares para despedirse

"Al principio se escuchó una pequeña explosión, que fue cuando los GEO detonaron la puerta, después se escuchó una ráfaga de disparos, luego aquello se quedó en calma unos minutos y a las nueve menos cinco o así fue cuando reventó. Pegó la explosión y la mitad salió a la piscina y la otra mitad a la calle, la onda expansiva reventó por las dos partes el piso", relata.

"Había dinero, manos y cabezas"

"La onda expansiva me desplazó. Yo estaba resguardado detrás de una columna, me cogió un costado y me desplazó", añade el agente. Para llegar hasta Torronteras tuvo que recorrer unos metros del patio interior donde "se veía dinero por el suelo, manos, cabezas (de los terroristas). "Se pensó que había una mujer porque había manos pequeñas", apunta el otro agente aún con secuelas en un brazo y una pierna.

"Le cogimos (a Torronteras) y le movimos unos cuatro o cinco metros y entraron los sanitarios y ya se le pasó a una camilla de verdad. Él iba tendido boca arriba con los ojos abiertos, aún con vida y llevaba todo el vientre reventado. En el momento de cambiarle la camilla fue cuando ya se le venció la cabeza hacía la derecha. Eso lo recuerdo como si fuera ahora mismo y esa imagen no se olvida en la vida", narra con lágrimas en los ojos al recordar el momento en el que fueron conscientes de que su compañero había muerto.

Quienes recuerdan este episodio son dos veteranos agentes de 62 y 64 años con 30 años de carrera a los que se les entrecorta la voz y se emocionan al recordar. El hijo de uno de ellos "también es compañero" y con apenas 27 años, en sus primeros días como Policía le tocó prestar servicio en Atocha el día de los atentados.

Piden no dar el nombre ni dejarse fotografiar. "Estamos en la Policía Judicial y estamos todos los días en la calle", se disculpan. Aseguran no estar acostumbrados a tratar con la prensa y admiten que es la primera vez que relatan en público lo sucedido, pero advierten de que se acuerdan "como si fuera ayer mismo".

El dispositivo policial de vigilancia previo en torno la vivienda se precipitó inesperadamente cuando los agentes observaron salir del edificio a un ciudadano de raza árabe que bajaba a tirar la basura. Este individuo detectó la presencia policial y emprendió "velozmente la fuga, sin que pudiera ser interceptado por los funcionarios presentes en el lugar", según consta en las diligencias policiales recogidas por Europa Press.

Los terroristas vivían en el piso primero, puerta 2, del bloque y eran los únicos ciudadanos de raza árabe que vivía en ese edificio. Así lo recuerdan estos dos testigos policiales: "a mi me tocó dentro y el compañero se quedó fuera haciendo el cordón de seguridad".

"No sabíamos lo que había"

"A los vecinos les decíamos que no sabíamos lo que había, pero que por motivos de seguridad tenían que abandonar el piso. Tampoco podíamos decirles más porque cuando nosotros llegamos no sabíamos más. Sabíamos que aquí podía haber una célula yihadista, pero no sabíamos que pudiera tener relación con el 11M, de eso nos enteramos después", dicen.

La Policía trató sin éxito de establecer contacto con las personas del interior de la casa para que saliesen sin oponer resistencia. Los policías llegaron incluso a solicitar la asistencia de un traductor, aunque tenían el convencimiento de que los terroristas sabían hablar español.

"Muchas veces hemos pensado que lo que le pasó a él (Torronteras) nos podría haber pasado a nosotros. Otros miembros de los GEO que estaban en la misma posición se les veía desde fuera arrastrarse agarrados a la pared", abunda el compañero que presenció la escena desde fuera donde también se sintió la onda expansiva. "Se fue la luz empezó a salir agua de todos los sitios. Hasta que se organizó la situación aquello fue un drama", cuenta.

La tumba profanada

Torronteras murió instantes después cuando estaba siendo atendido por el SAMUR a consecuencia de un "shock hemorrágico traumático", según el escrito del Instituto Anatómico Forense de la Comunidad de Madrid. Su familia fue sometida a un doble sufrimiento ya que, tras darle sepultura, el cadáver fue profanado en el Cementerio Sur de Madrid. La investigación se archivó sin esclarecerse los autores de este acto.

Torronteras fue la única baja policial en Leganés, pero pudieron ser más. La explosión causó heridas a 14 agentes del GEO y otros funcionarios que se encontraban tanto dentro como fuera del edificio. También a cinco civiles que estaban en las inmediaciones. Además, generó numerosos daños materiales en el edificio -hubo que reconstruirlo entero- y en los edificios colindantes y en 39 coches que se encontraban en las inmediaciones.

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Recordamos hoy a los Policías Nacionales D.ÁNGEL LIETOR ALFARO, D. JOSÉ LUIS MARTÍNEZ MARTÍNEZ y D. JESÚS MARÍA GONZÁLEZ ITUERO, asesinados por la banda terrorista E.T.A y G.R.A.P.O.

D. Ángel Lietor Alfaro

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El policía nacional Angel Lietor Alfaro, de 52 años de edad, fue asesinado de un disparo de pistola poco antes de las ocho de la mañana de ayer, cuando salía de su domicilio, en la calle Numancia, número 10. Los asesinos, un hombre y una mujer jóvenes, según referencias de los testigos, utilizaron para huir un taxi que habían robado a punta de pistola a su conductor y propietario, Francisco Quesada García, junto al cementerio de Fuencarral. En el lugar del atentado ha sido hallado el casquillo de la bala que produjo la muerte al policía: se trata de un Lapua, calibre nueve milímetros parabellum, de fabricación extranjera, proyectil que ha sido considerado por los expertos como bastante antiguo.

A la hora en que se produjo el suceso, Angel Lietor Alfaro se encaminaba, vestido de paisano a su puesto de trabajo en el cuartel de la plaza de Pontejos. Entonces fue abordado por un hombre y una mujer, que vestía falda y gabardina de color claro. Al parecer, uno de los dos individuos efectuó un disparo a quemarropa contra él: la bala produjo al agente graves lesiones en la cabeza.Inmediatamente descendió a la calle la esposa de la víctima, que, con ayuda de varias personas, trató de auxiliarle hasta la llegada de un coche-patrulla de la policía. Poco después, Angel Lietor fallecía mientras era trasladado al hospital de la Cruz Roja, en la calle de Reina Victoria. A mediodía le fue practicada la autopsia.

Datos y declaraciones

Angel Lietor Alfaro había nacido en Jaén, y era padre de un hijo de veintidós años. Residía en Madrid desde hace doce, prestaba servicio en la caja de habilitación de la Unidad de Destinos de la Primera Circunscripción de la Policía Nacional. Estaba próximo a jubilarse, y pensaba solicitar un destino civil.

Una vez que se conoció el suceso, la policía montó un despliegue, a fin de localizar al vehículo en que habían huído los asesinos, un taxi marca Seat-131, matrícula M-0800-DC. Más tarde, consiguieron hallarlo, vacío, en la calle de Fernando Ossorio, próximo al lugar en que se perpetró el atentado. El conductor del mismo denunciaría con posterioridad al hecho las circunstancias en que la sustración se produjo: había sido abordado por dos individuos armados, que le intimidaron y maniataron, de modo que tuvo que permanecer inmóvil hasta que un transeúnte logro liberarle de sus ataduras. Tanto el vehículo como el casquillo de bala están siendo sometidos a estudio en las dependencias de la Dirección General de Seguridad.

La esposa del policía nacional asesinado hizo unas declaraciones en el hospital: «Quiero hacer una llamada a todas Ias madres de familia, porque no hay derecho a esto. Perdono a los criminales, pero esta lucha no tiene principio ni fin, a no ser que se quiera volver a los tiempos de Adán y Eva.» Dijo también que «esto lo hacen personas sin principios, sin cultura, sin fin, sin religión; sin fe en el futuro de España. ¿Cómo estas dos personas pueden tener hijos, cuando han quitado la vida a un hombre que deja un hijo y una esposa?».

Los restos mortales del señor Lletor serán inhumados en Madrid.

D. José Luís Martínez Martínez

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Era natural de Calatayud (Zaragoza) y tenía 31 años. Su infancia la pasó en Almería, pues su padre fue trasladado ahí cuando José Luis era muy pequeño. Una vez que terminó su servicio militar, ingresó en la Academia General de Policía. De ahí salió destinado al servicio 091 de San Sebastián, en el que llevaba sólo seis días cuando fue secuestrado y asesinado por la banda terrorista ETA.

D. Jesús María González Ituero

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Tenía de 25 años cuando fue secuestrado y asesinado por ETA. Natural de Madrona (Segovia) era el segundo de los seis hijos del matrimonio González-Ituero. Se había incorporado al cuerpo de la Policía Nacional en septiembre de 1975, tras terminar el servicio militar.

El 4 de abril de 1976 los inspectores de Policía JESÚS MARÍA GONZÁLEZ ITUERO y JOSÉ LUIS MARTÍNEZ MARTÍNEZ fueron secuestrados por ETA en Hendaya (Francia).

Jesús María y José Luis llevaban sólo seis meses en la Policía. Destinados en una comisaría de San Sebastián, habían cruzado a pie la frontera, tras comer en una pizzería de Guipúzcoa. Dejaron sus armas en el puesto de control aduanero de Irún, y de ahí se dirigieron al cine Varietés en Hendaya. Aquí fue donde los vieron vivos por última vez.

Tras comprobarse que los dos amigos no habían recogido sus armas en la aduana, se dio la voz de alarma. Al día siguiente, el cónsul de España en Bayona presentaba una denuncia por secuestro de los dos inspectores ante las autoridades francesas. La Policía francesa realizó una gran operación para intentar localizarlos. Hubo cerca de cuarenta detenidos, pero todo fue en vano. Parecía que a José María y a José Luis se les hubiese tragado la tierra. El único resultado positivo logrado por las fuerzas de seguridad francesas fue el hallazgo de la documentación de ambos agentes en el domicilio de un miembro de ETA.

Un mes después de la desaparición de los dos policías se publicaba en la prensa la noticia de que varias personas afirmaban haber presenciado cómo dos jóvenes, cuya descripción concordaba con la de los desaparecidos, habían sido abordados a la entrada de un cine de Hendaya por un grupo de hombres armados que les habían obligado a introducirse en un coche.

Ante la falta de resultados, el asunto quedó prácticamente archivado. Semanas antes de la aparición de los cuerpos, el padre de Jesús María González dirigió una carta al Rey rogándole que hiciese todo lo posible por esclarecer el asunto. Algo más de un año después de la desaparición, el 18 de abril de 1977, sus cadáveres aparecieron torturados y con un tiro en la nuca en la playa vascofrancesa de La Chambre d'Amour, en el término municipal de Anglet, entre Biarritz y Bayona.

Los cadáveres, en avanzado estado de descomposición, fueron encontrados por cinco adolescentes en un antiguo búnker construido por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Los jóvenes estaban buscando con palas material bélico, que en dicha zona se encuentra con cierta facilidad debido a que los alemanes construyeron durante la Segunda Guerra Mundial varias fortificaciones en la costa. El grupo dio con una masa oscura que resultó ser un cadáver, a tan sólo quince centímetros de profundidad. A escasa distancia se encontraba el otro cuerpo. Inmediatamente dieron aviso a la Policía que procedió a levantar los cadáveres en presencia del juez. En sus ropas podían apreciarse restos de etiquetas españolas, primera pista de que podía tratarse de los policías españoles.

Aparecieron con los pies y las manos atadas, mutilaciones en los dedos y un tiro en la nuca. La autopsia revelaría que uno de ellos había muerto de dos disparos en la cabeza, efectuados a quemarropa, mientras su compañero presentaba un único impacto de bala.

ETA nunca reivindicó su asesinato, igual que ocurrió con los tres jóvenes gallegos secuestrados y torturados hasta la muerte en marzo de 1973 y con todos aquellos casos que despertaban especial rechazo social. Tampoco se sabe nada sobre quiénes fueron los autores del crimen.

La banda terrorista, como hizo otras veces, llegó a señalar que se trataba de una operación montada desde el Ministerio de la Gobernación para desatar una campaña represiva en Francia contra los refugiados vascos. Por otra parte, cierta información de prensa apuntó a las conexiones que podría haber entre el secuestro y asesinato de Jesús María y José Luis, y la desaparición del etarra Eduardo Moreno Bergaretxe, alias Pertur. Según esta versión, Pertur no habría sido asesinado por la banda terrorista ETA, sino por algún grupo de la extrema derecha en un contexto de colaboración entre organizaciones fascistas a escala internacional. En este caso, se trataría de neofascistas italianos. Estas informaciones, publicadas el 28 de julio de 1976 en el diario vespertino de la cadena del Movimiento Unidad, editado en San Sebastián, han sido de nuevo sacadas a la luz por el diario El País del 20 de marzo de 2011.

Según estas informaciones, en los días inmediatamente posteriores a la desaparición de Pertur, el comisario jefe de la Policía de Irún, Eduardo López Maturana, detuvo a su madre, Marta Bergaretxe, cuando trataba de cruzar la frontera en busca de noticias sobre su hijo. El comisario la retuvo ilegalmente tres días en su propio domicilio con la excusa de que quería protegerla de una amenaza que no precisó. Al mismo tiempo que el jefe de la Policía de Irún retenía a la madre de Pertur, dos gendarmes comunicaban a Pierre Larzabal, el cura de Sokoa, y al letrado Abeberry, conocidos nacionalistas vasco-franceses, la propuesta, trasladada expresamente desde la comisaría de Irún, de que si aparecían los policías José Luis Martínez Martínez y Jesús María González Ituero, la madre de Pertur recobraría su libertad. Esta versión, en todo caso, abundaría en la autoría etarra del secuestro y asesinato de Jesús María y José Luis, aunque añadiría nuevas dudas sobre la desaparición de Moreno Bergaretxe.

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Recordamos hoy a los Policías Nacionales D. GINÉS PUJANTE GARCÍA, D. MIGUEL ORENES GUILLAMONT y D. JUAN BAUTISTA PERALTA MONTOYA, asesinados por la banda terrorista E.T.A.

D. Ginés Pujante García

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Tenía 41 años y era sargento de la Policía Nacional. Natural de San Ginés (Murcia), estaba casado y tenía dos hijos.

D. Miguel Orenes Guillamont

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Tenía 29 años. Era cabo de la Policía Nacional. Casado y con un hijo, era natural de Rincón de Seca (Murcia), donde fue enterrado.

D. Juan Bautista Peralta Montoya

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Natural de Murcia, tenía 30 años. Era cabo de la Policía Nacional. Estaba casado y tenía dos hijos.

Un día después del asesinato de Adolfo Mariñas Vence en Tolosa, el 7 de abril de 1979 la banda terrorista ETA vuelve a asesinar, esta vez en San Sebastián, a los policías GINÉS PUJANTE GARCÍA, MIGUEL ORENES GUILLAMONT y JUAN BAUTISTA PERALTA MONTOYA.

Ginés, Miguel y Juan estaban destinados en la Compañía de Reserva General de la Policía Nacional con base en Murcia. Habían llegado el viernes anterior a San Sebastián y, aquella tarde, salieron a dar un paseo vestidos de paisano. Cuando regresaban al cuartel de Loyola fueron ametrallados por varios terroristas desde un taxi robado. Dos fallecieron en el acto. El tercero llegó todavía con vida al Hospital Militar, pero murió al poco de ingresar.

Eran aproximadamente las 23:15 horas, y los tres policías estaban muy cerca del cuartel, en la calle Sierra de Aralar, junto al río Urumea y el Bar Americano. Los etarras efectuaron tres o cuatro ráfagas de ametralladora y después los remataron en el suelo. En el lugar de los hechos se recogieron numerosos casquillos 9 milímetros parabellun y uno de Cetme. El taxi, robado a punta de pistola pocas horas antes en la estación de ferrocarril de Amara, apareció en torno a las 6:30 horas en Astigarraga.

Tras una ceremonia religiosa en el Hospital Militar de San Sebastián, los féretros con los cuerpos de los agentes fueron trasladados por vía aérea a San Javier (Murcia) para que fueran enterrados en sus respectivas localidades de origen.

ETA militar reivindicó dos días después, el lunes 9 de abril, las muertes de los tres policías y la del propietario de la cafetería El Mohicano de Pamplona, Pedro Fernández Serrano.

Los tres policías fueron enterrados ese lunes 9 de abril en medio de gritos de "los vascos no os quieren, nosotros sí" y "Gobierno asesino". Ese mismo día, un grupo de mujeres y madres de policías destinados en el País Vasco se manifestó pidiendo la salida de sus familiares de vascongadas, y aseguraron estar dispuestas a encerrarse en la Iglesia del Carmen de la capital murciana si el Gobierno no aceptaba su petición.

A las cuatro de la tarde del día 11 de abril se produjo una nueva manifestación delante de la comisaría de policía de Murcia, protagonizada también por mujeres y madres de policías nacionales destinados en el País Vasco. Las manifestantes no sólo solicitaban que los policías murcianos fuesen destinados a otro lugar, sino que exigían que los dieciocho agentes que acompañaron el domingo anterior los cadáveres de Ginés, Miguel y Juan no volviesen al País Vasco. Para impedirlo, unas doscientas mujeres pincharon las ruedas de los vehículos policiales para que no pudiesen regresar al País Vasco. Las mujeres portaban pancartas en las que se podía leer "No queremos más medallas".

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Recordamos hoy a los Policías Nacionales D. VICENTE SÁNCHEZ VICENTE y D. JOSÉ MANUEL CRUZ MARTÍN, asesinados por la banda terrorista E.T.A.

D. Vicente Sánchez Vicente

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De 32 años de edad, era de la localidad salmantina de Fuentes de San Vicente. Llevaba ocho trabajando en el País Vasco y estaba adscrito al equipo de desactivación de explosivos de la Jefatura Superior de Policía de Bilbao. Estaba casado y tenía dos hijas de 7 y 4 años. Tras el funeral, fue trasladado a Salamanca, donde fue enterrado.

A las tres de la tarde del 8 de abril de 1981, ETA asesinaba en la localidad vizcaína de Baracaldo al policía nacional VICENTE SÁNCHEZ VICENTE. Dos encapuchados le dispararon instantes después de haber dejado a la puerta del colegio de Santa Teresa a su hija menor, Olga, de cuatro años de edad.

Vicente se dirigió a su vehículo y, antes de que hubiera cerrado la puerta del mismo, dos encapuchados, que habían salido de un coche aparcado en las inmediaciones, efectuaron varios disparos a bocajarro. El automóvil del policía, que estaba aparcado en una subida, se deslizó sin control por la pendiente por espacio de unos quince metros, estrellándose finalmente contra otro vehículo. Durante todo el recorrido, el cuerpo de Vicente Sánchez osciló por la puerta abierta, sin llegar a salirse totalmente del automóvil, escena contemplada desde la parte alta de la cuesta por otros padres y niños que se disponían a entrar en el colegio.

Para el Partido Socialista de Euskadi, este atentado ponía de relieve el "carácter desalmado de asesinos sin escrúpulos ni entrañas, de quienes son capaces de matar a una persona en presencia de sus hijos de corta edad y ante la puerta de un colegio, cuando entraban muchos niños".

La víctima fue trasladada al Hospital de Cruces, donde los médicos únicamente pudieron certificar su fallecimiento. El cuerpo presentaba once impactos de bala. Tras realizarle la autopsia, el cadáver de Vicente fue trasladado al cuartel de la Policía Nacional de Basauri, en una de cuyas dependencias se instaló la capilla ardiente.

ETA asumió el atentado el 11 de abril. No se sabe nada de los autores del asesinato, pero tuvo que producirse necesariamente un seguimiento de sus actuaciones y rutinas diarias. Entre ellas, llevar a su hija al colegio después de comer, algo que la víctima hacía todos los días.

D. José Manuel Cruz Martín

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Natural de Huelva, tenía 27 años. Su mujer, 24. Había ingresado en la policía en 1988 y estaba destinado en el País Vasco desde el 1 de febrero de 1989. El matrimonio no tenía hijos.

Diez años después, el 8 de abril de 1991, y también en Baracaldo (Vizcaya), ETA asesinaba de nuevo a un policía nacional. JOSÉ MANUEL CRUZ MARTÍN, agente de la escala básica, murió como consecuencia de la explosión de una bomba adosada a los bajos de su coche cuando circulaba por la calle Juan de Garay, a unos 200 metros del cuartel de la Policía. Eran aproximadamente las siete y media de la tarde.

Su mujer, Catalina Rebollo Samaniego, que le acompañaba, resultó herida grave en las piernas y tuvo que ser trasladada al Hospital de Cruces. Estuvo incapacitada 270 días. Catalina, además, sufrió una fuerte crisis nerviosa al ver el cuerpo de su marido completamente destrozado dentro del coche. Varios transeúntes tuvieron que sacarla del amasijo de hierros en que había quedado convertido el vehículo.

La onda expansiva de la explosión produjo, además, heridas leves a un chaval de 15 años, Asier de la Mata, y a María del Carmen Álvarez Serrano, de 37.

El funeral se celebró al día siguiente en Bilbao. El ministro del Interior, José Luís Corcuera, advirtió a los autores del atentado que "serán puestos a disposición de la Justicia, entre otras cosas porque nos ayudará este pueblo a detenerles. Incluso creo que quienes hasta hace poco eran sus amigos también nos van a ayudar a apartar de la circulación a esta especie que no puede vivir en sociedad".

En 1995 fueron condenados a 50 años de cárcel, como autores del asesinato de José Manuel Cruz, los etarras Raúl Alonso Álvarez, Germán Urízar de Paz y Jesús María Mendinueta Flores, alias Manu. Mendinueta Flores fue detenido en una operación contra el grupo Vizcaya de ETA el 29 de agosto de 1991, en la que resultaron muertos tras un tiroteo el etarra Juan María Ormazabal, El Turco, y el ertzaina Alfonso Mentxaca.

En 2006 fue condenado a 52 años, también como autor, Juan Carlos Iglesias Chouzas, alias Gadafi, que consiguió huir de la operación en que fue detenido Mendinueta Flores. Durante el juicio el etarra tuvo que ser esposado por su negativa a levantarse del asiento y estuvo paseando por la cabina en actitud desafiante durante toda la sesión.

La Audiencia Nacional consideró probado que Mendinueta Flores e Iglesias Chouzas confeccionaron el artefacto explosivo que mató al agente. Después se lo entregaron a Alonso Álvarez y Urízar de Paz, con la información del domicilio y los datos del vehículo de José Manuel. Ambos forzaron la cerradura del vehículo y colocaron el artefacto bajo el asiento del conductor.

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D. Francisco Francés Garzón

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De 29 años, era sevillano. Pertenecía a la XIX Compañía de la Reserva General de la Policía Nacional, con base en Granada. Llevaba sólo una semana en el País Vasco. El 10 de abril fue enterrado en el cementerio de San Fernando en Sevilla. Estaba casado, tenía dos hijas de corta edad y su mujer estaba embarazada en el momento del atentado.

Dieciséis horas después del asesinato del policía Vicente Sánchez Vicente, ETA asesinaba de nuevo a un miembro de la Policía Nacional, FRANCISCO FRANCÉS GARZÓN.

Eran las siete de la mañana del 9 de abril de 1981, cuando cinco terroristas tendieron una emboscada a los miembros de dos dotaciones de coches patrulla que habían acudido a instalar un control en las carreteras de acceso al centro de Bilbao. Apenas descendieron de los vehículos para colocar las señales indicativas correspondientes, fueron tiroteados desde una distancia de unos sesenta metros con fusiles Cetme, metralletas y escopetas de postas.

Resultaron heridos tres policías de los siete que formaban la dotación: Francisco Francés Garzón, Antonio Muñoz Muñoz y Antonio Prado Martín. El resto de los componentes de las dotaciones de los dos vehículos policiales intentó repeler la agresión, pero la furgoneta de la que habían descendido los etarras desapareció rápidamente. La huida se vio probablemente favorecida por la intensa niebla de ese día.

La furgoneta utilizada por los terroristas, propiedad de la empresa Limpiezas Villar, había sido robada en el vecino barrio de Santutxu veinticinco minutos antes del atentado. Su conductor fue abandonado maniatado en las cercanías del lugar.

Los tres policías heridos fueron inmediatamente trasladados por sus propios compañeros a la clínica de la Virgen Blanca, situada apenas a trescientos metros del lugar del atentado. En ese mismo centro sanitario había sido atendido unas semanas antes el teniente coronel Ramón Romeo Rotaeche, asesinado el 21 de marzo.

Francisco Francés ingresó en la Virgen Blanca en estado agónico y falleció poco después por un paro cardíaco ocasionado por las heridas sufridas en ambos muslos, con desgarro de partes blandas. A Antonio Muñoz Muñoz se le apreció herida por metralla en tórax y hombro derecho, de pronóstico reservado, y a Antonio Prado Martín, herida en cara posterior del muslo izquierdo, de pronóstico leve.

Tras realizársele la autopsia en el depósito del Hospital Civil de Basurto, el cadáver de Francisco Francés fue trasladado al cuartel de la Policía Nacional de Basauri, en una de cuyas dependencias estaba instalada la capilla ardiente con los restos del policía Vicente Sánchez, asesinado el día anterior. Pocos minutos después, ambos féretros eran colocados en el patio de armas del cuartel, donde se celebró el funeral de cuerpo presente. Entre las personalidades asistentes estaban el ministro de Interior, Juan José Rosón, el delegado en la comunidad autónoma, Marcelino Oreja y el general Sáenz de Santamaría.

ETA asumió la autoría del atentado en el mismo comunicado en el que reivindicó el asesinato de Vicente Sánchez Vicente.

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Recordamos hoy al Policía Nacional D. VICENTE GARCERA LÓPEZ, asesinado por la banda terrorista E.T.A.

D. Vicente Luis Garcera López

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Tenía 28 años y era de Valencia, donde fue enterrado. Se encontraba destinado en Pamplona desde 1980. Estaba casado y tenía una hija.

Tres años después, a las tres de la madrugada del 17 de abril de 1982, ETA asesinaba en Pamplona al policía nacional VICENTE GARCERA LÓPEZ. La banda terrorista atacó con una granada anticarro una tanqueta de la Policía Nacional que circulaba con una dotación de nueve agentes por las inmediaciones del Puente de la Magdalena. Regresaban de efectuar el relevo del servicio destacado en una subestación eléctrica.

El proyectil, después de perforar la cubierta blindada, estalló en el interior de la tanqueta e hirió gravemente al conductor, Vicente Garcera, que murió una hora después, y a un compañero suyo, Teodomiro Díaz Flores, cuyo pronóstico fue calificado de muy grave y al que hubo que amputarle la pierna izquierda. Tenía veinticuatro años de edad, estaba soltero y era natural de Santa Olalla de Cala (Huelva).

Otros siete agentes sufrieron heridas de diferente consideración: Antonio Valero Sala, Higinio Urbano Espinosa, Juan García de la Lastra, Francisco Núñez Rodríguez, Gregorio Martín San Memento, Emilio Lebrero Rodríguez y Miguel Rueda Malo. Todos ellos fueron trasladados a la residencia Virgen del Camino, donde recibieron el alta el mismo día tras ser curados de sus heridas.

El ataque se produjo por un grupo de, al menos, cinco terroristas que lanzaron el artefacto con un lanzagranadas desde una distancia de unos cincuenta metros. Inmediatamente después de producirse el impacto de la granada, algunos de los policías nacionales que viajaban en el interior del vehículo (nueve en total) lograron saltar al suelo, haciendo frente a los etarras, mientras la tanqueta perdía el control y se estrellaba junto a unas columnas y estatuas que había en las proximidades, arrollándolas a su paso. Entonces se originó un fuerte tiroteo entre los policías nacionales y los terroristas.

Tras el intercambio de disparos, los etarras huyeron a pie en dirección al barrio de la Chantrea, abandonando los dos vehículos que previamente habían robado a punta de pistola, y el abundante armamento que portaban: un lanzagranadas, calibre 88,9 milímetros con marca y número borrados; dos fusiles de asalto cetme, sin numeración; dos metralletas francesas, modelo 1949, con numeración borrada; una pistola marca Browning, calibre 9 milímetros parabellum, tres granadas correspondientes al fusil de asalto cetme; una granada de mano; una granada correspondiente al lanzagranadas y diversos cargadores y munición para las armas reseñadas. La rápida reacción de los policías nacionales repeliendo la agresión de los miembros de ETA evitó, posiblemente, que estos siguiesen utilizando el lanzagranadas.

El atentado se produjo a unos cien metros escasos de donde, hacía aproximadamente un mes, fue hallado un coche con varios kilos de Goma 2. En aquella ocasión, efectivos de la Policía Nacional adscritos a la unidad EDEX, observaron el automóvil y al ver que en el mismo había paquetes sospechosos se alejaron del citado vehículo. Minutos después, éste saltaba por los aires.

El presidente en funciones de la Diputación Foral de Navarra, Jaime Ignacio del Burgo, declaró que "ante este brutal atentado de esa banda de asesinos que constituye ETA, confío en que el Gobierno de la nación sabrá adoptar las medidas precisas para contener y erradicar este recrudecimiento de la acción terrorista". "Pienso que ha llegado la hora de replantear nuestras relaciones con Francia, que ampara la impunidad de los asesinos". Y añadió: "es preciso responder a esta sucia guerra con medidas de guerra, pues mal pueden invocar las garantías democráticas que pisotean los que pisotean los derechos fundamentales como el derecho a la vida o el de discrepar con el neonazismo abertzale".

Ese mismo día se produjeron otros dos ataques con granadas en Vizcaya. Uno contra la Comandancia de la Guardia Civil en Bilbao y otro contra un bloque de viviendas de este Cuerpo en Algorta, resultando heridos dos agentes: Antonio Guerra Fernández y Ricardo Vileza Núñez, herido leve por la metralla. A Antonio, después de una complicada operación, tuvieron que amputarle el brazo derecho. Nunca antes ETA había empleado lanzagranadas en sus atentados, por lo que los tres ataques tuvieron un gran impacto mediático.

Por el atentado contra la tanqueta de la Policía Nacional fue condenado en 1983 Manuel Víctor Tomás Salvador Labat a 10 años como encubridor, por haber albergado a los terroristas que cometieron el atentado. Más de dos décadas después, en 2004, la Audiencia Nacional condenó a Juan José Legorburu Guerediaga y Mercedes Galdós Arsuaga a sendas penas de 30 años de reclusión mayor como autores materiales. También participó el etarra José María Zaldúa Corta, que nunca fue juzgado por sus asesinatos en España. Zaldúa Corta murió de un infarto en Francia en septiembre de 2010. Otros dos miembros de la banda, Odón Ulibarrena y Mikel Mezkiriz, participaron también en el atentado.

En su huida los etarras del grupo Nafarroa contaron con la colaboración de Iñaki Aldecoa, actualmente en Aralar, y del entonces concejal de Herri Batasuna en Pamplona, Elías Anton Murguiondo. Este último consiguió huir a Francia, donde pasó varios años. Posteriormente fue expulsado a España, pero no le condenaron por colaboración en este atentado.

Iñaki Aldecoa, parlamentario foral de Herri Batasuna en esos momentos, fue detenido una semana después de cometerse el ataque bajo la acusación de dar cobijo a los etarras que acababan de asesinar a Vicente Garcera, entre ellos Manuel Víctor Tomás Salvador Labat. Tras su detención, el parlamentario batasuno reconoció haber escondido a los etarras y confesó que Anton Murguiondo, entonces concejal del Ayuntamiento de Pamplona, trasladó a los etarras desde esta ciudad a Francia, ayudándoles a huir. A principios de marzo de 1983 Aldecoa fue juzgado en la Audiencia Nacional por un delito de colaboración con banda armada en calidad de encubridor. El fiscal solicitó para el parlamentario de Herri Batasuna penas de 17 años de prisión como colaborador de ETA y encubridor del asesinato de Vicente Garcera López. Finalmente, por sentencia de 15 de marzo de 1983 Iñaki Aldecoa fue condenado a sólo tres años de prisión por un delito de encubrimiento.

En octubre de 2009 fue enviado a prisión el etarra Esteban Murillo Zubiri, detenido en Francia en 2008, por su colaboración con los miembros del grupo Nafarroa de ETA que asesinaron a Vicente Garcera. Según el juez, dio cobijo a los terroristas y les ayudó a preparar el atentado contra la tanqueta policial. El 9 de marzo de 2011 el caso fue sobreseído por la Audiencia Nacional por considerar que los hechos han prescrito.

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Recordamos hoy a los Policías Nacionales D. EDUARDO LÓPEZ MORENO y D. EMILIO GARCÍA MARTÍNEZ asesinados por la banda terrorista E.T.A y G.R.A.P.O.

D. Eduardo López Moreno

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De 38 años, era de Montilla (Córdoba), donde fue enterrado. Vivía en Vera de Bidasoa desde quince años antes de ser asesinado y estaba destinado en el puesto de la localidad navarra de Echalar. Estaba casado y tenía tres hijos, de 18, 15 y 10 años. Su funeral se celebró al día siguiente en el cuartel de la Policía de la localidad navarra de Beloso con la presencia del director general de la Policía Nacional, Ángel Olivares, y de diversas autoridades navarras.

A las tres menos cuarto del jueves 19 de abril de 1995, el policía nacional EDUARDO LÓPEZ MORENO fallecía en Endarlaza (Navarra) al estallarle una bomba-trampa compuesta por cinco kilos de amerital.

El artefacto lo había colocado la banda terrorista ETA en la planta baja de la antigua casa cuartel de la Guardia Civil en esa localidad navarra. La banda terrorista pretendía atentar contra las patrullas de guardias civiles que periódicamente acudían a inspeccionar el edificio abandonado. La vieja casa cuartel estaba junto en el límite fronterizo con Guipúzcoa, y al borde del río Bidasoa.

El agente había acudido solo a inspeccionar el edificio abandonado. El motivo por el que Eduardo acudió allí nunca se llegó a saber con exactitud. Su viuda afirmó que Eduardo había ido al río Bidasoa a pescar y, posiblemente, entró en el inmueble al observar a alguien o algo sospechoso. Otras fuentes reprodujeron la interpretación de un compañero de la víctima, que manifestó que López Moreno le había comentado que, al hallarse fuera de servicio, iba a dirigirse a la casa cuartel para buscar cerraduras que pudiera luego utilizar y, de paso, echar un vistazo.

Sea como fuere, la bomba trampa dejada por ETA en el cuartel, abandonado y en desuso desde hacía dos años, estalló a las 15:30 horas alcanzando de lleno al policía nacional, que murió en el acto. Una patrulla de la Guardia Civil, que acababa de pasar al lado del cuartel, oyó la explosión y volvió para ver qué había ocurrido. Allí se encontraron el cuerpo destrozado de Eduardo y, en la puerta del edificio, el vehículo de su propiedad.

El examen realizado por los Gedex (Grupo Especialista en Desactivación de Explosivos) de la Guardia Civil permitió hallar un temporizador de sesenta minutos de la marca francesa Coupatan, utilizado habitualmente por ETA.

Vecinos y conocidos de Eduardo López Moreno calificaron a su familia de "gente sencilla, simpática y educada". Una vecina del edificio donde vivía aseguró que "tenía mucha relación con la gente del pueblo lo cual no es habitual entre los policías".

El mismo día por la mañana, en torno a las 8:05 horas, ETA atentó contra el entonces líder de la oposición y presidente del Partido Popular, José María Aznar. A consecuencia del atentado, quedó gravemente herida Margarita González Mansilla, sepultada debajo de su vivienda a escasos metros del lugar donde explotó el coche-bomba, en la calle José Silva de Madrid. Margarita estuvo en coma hasta su fallecimiento el 22 de julio. En el atentado resultaron heridas además una veintena de personas que sufrieron quemaduras y traumatismos de diversa consideración, entre ellas el líder del PP, aunque éste de carácter leve.

D. Emilio García Martínez

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El teniente de la Policía Nacional Emilio García Martínez, de 47 años, falleció a las 8,35 de la mañana de ayer en Valencia a consecuencia de la explosión de una bomba conectada al sistema de encendido de su vehículo. En el momento de poner en marcha su automóvil, aparcado en un estacionamiento privado, se produjo una fuerte explosión causada por un paquete de un kilogramo de peso que contenía, según informes policiales, pólvora prensada y metralla. Ningún grupo reivindicó el atentado hasta el momento de escribir esta información.José Barrionuevo, ministro del Interior, viaja hoy a Valencia para presidir los funerales que se celebrarán por la muerte del teniente García Martínez. Todas las fuerzas políticas mostraron su repulsa al atentado, primero de este tipo que tiene lugar en esa ciudad.

En Mondragón, otra bomba causó la muerte en la madrugada de ayer de dos de los cuatro ocupantes de un automóvil, presumiblemente miembros de un comando legal de ETAm que manipulaban el explosivo en su interior. Los otros dos jóvenes resultaron gravemente heridos. Las dos personas muertas son José Antonio Gárate, de 25 años, natural de Elgóibar, y Félix Badiola Etxaburu, de 24 años de edad y vecino de Eibar.

Mercedes Padrós Corominas (31 años) y Josefina García Aramburu (43), militantes de los GRAPO, se confesaron ayer autoras de la colocación el 19 de abril de 1983 de una bomba en el coche del teniente de la Policía Nacional Emilio García Martínez, que murió. El fiscal pidió para cada una 32 años de prisión. Fuentes jurídicas creen que ambas confesaron para lograr la absolución de José Balmón, acusado de ser uno de los dirigentes grapo que ordenaron la acción, y uno de los otro cuatro procesados para los que se pidieron penas similares.

Según el escrito de conclusiones provisionales del fiscal, Josefina García Aramburu, Joaquín Calero Arcones y José Balmón eran máximos dirigentes de los GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre), miembros de su comité central, y los tres ordenaron a Anastasio Gonzalo Cardiel, Carmen Muñoz y Mercedes Padrós la realización del atentado contra el policía. Josefina facilitó el artefacto, que fue colocado en el Renault 8 del teniente García, e hizo explosión cuando éste intentaba poner el vehículo en marcha. El oficial dejó viuda y dos hijos. Aparte de las penas solicitadas para los acusados, el fiscal ha pedido una indemnización de 10 millones de pesetas para las herederos de la víctima. Mercedes Padrós confesó que recibió la orden de atentar contra el teniente de Josefina García Aramburu, lo que ésta ratificó. Padrós añadió que había vigilado al policía por su cuenta, y que colocó la bomba debajo del asiento del conductor. Los restantes acusados negaron haber participado en el atentado y afirmaron que habían sido objeto de torturas en comisaría.

La versión de Balmón

Calero reconoció ser miembro del comando central de los GRAPO, pero dijo que no dio la orden. Balmón dijo que es dirigente del PCEr, pero negó pertenecer a los GRAPO. No quiso contestar las preguntas del fiscal, que, a su juicio, "está al servicio de la policía" y le acusa de delitos que, según él, no ha cometido.Ninguno de los procesados quiso responder a preguntas relativas a Anastasio Gonzalo Cardiel. Éste, se sentó aparte, y en ningún momento habló con los otros. Al parecer, Gonzalo es uno de los 13 disidentes de los GRAPO que en enero hicieron un manifiesto en el que argumentaban que la lucha armada no era la solución y que la organización debía encaminar sus pasos, hacia otros movimientos de lucha de masas como movimientos feministas o ecologistas, etcétera.

Esto ha sido considerado por los GRAPO como una traición, y no se dirigen la palabra, e incluso en la prisión se encuentran en módulos separados. Los defensores de todos los procesados pidieron la absolución por falta de pruebas, incluidos los de las dos mujeres que se responsabilizaron del atentado. En el alegato final, Josefina García Aramburu dijo: "Somos responsables de la acción, pero no somos culpables".

Achacó la culpa a la situación social y a la represión, y tachó a la víctima de "oficial de las fuerzas represivas". Fuentes jurídicas señalaron que la actitud de las dos mujeres, para quienes el fiscal pide 32 años de cárcel por, delitos de atentado con resultado de muerte y estragos, al confesar su participación en los hechos obedece a una estrategia para conseguir la absolución de Balmón.

Éste, máximo dirigente del PCEr en prisión, tiene la libertad al alcance de la mano, pues no existen pruebas contra él, salvo las declaraciones de algunos de sus compañeros. Consiguió pasar por comisaría sin firmar ninguna declaración, y en el único juicio celebrado hasta ahora contra él salió absuelto, al hacerse Josefina García, al igual que ayer, responsable de la acusación que pesaba contra él.

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Recordamos hoy al Policía Nacional D. JUAN MANUEL HELICES PATINO, asesinado por la banda terrorista E.T.A.

D. Juan Manuel Helices Patino

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Tenía 33 años y era natural de Rota (Cádiz), en cuyo cementerio fue enterrado. Estaba casado y tenía dos hijos. Vivía en Irún desde once años antes de su asesinato. Juan Manuel y su compañero pertenecían a la Brigada de Seguridad Ciudadana. En 2005 el Consejo de Ministros le concedió, a título póstumo, el ascenso honorífico a oficial del Cuerpo Nacional de Policía.

El 23 de abril de 1992, pasadas las nueve de la noche, un policía fuera de servicio, dirigente del sindicato Unión Federal de Policía (UFP), observó a dos individuos que le infundieron sospechas mientras paseaba por las calles de Irún. Decidió comunicarlo al 091, que envió a dos agentes en un coche patrulla camuflado de la Brigada de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional.

En la confluencia de las calles Salvador Etxeandía y avenida de Navarra encontraron a los dos sospechosos. Mientras su compañero estacionaba el vehículo, JUAN MANUEL HELICES PATINO descendió del vehículo y se acercó a los dos individuos para proceder a la identificación. En esos momentos, y sin mediar palabra, uno de los sospechosos sacó una pistola y disparó un único tiro contra el agente, atravesándole la cabeza. El compañero de Juan Manuel hizo uso de su arma reglamentaria repeliendo la agresión sin saber si alcanzó o no a alguno de los etarras.

Los terroristas huyeron en direcciones opuestas, según testigos presenciales. En su huida uno de los etarras dejó abandonada una metralleta. La policía encontró el arma a setenta metros del lugar en el que se produjo el atentado.

Juan Manuel fue trasladado al Hospital de Aránzazu de San Sebastián, donde ingresó clínicamente muerto. Según el parte médico, el policía presentaba "herida por arma de fuego con orificio de entrada en región frontotemporal izquierda y salida por zona parietooccipital derecha, con estallido de bóveda craneal y fractura de base de cráneo". Falleció dos horas después.

El asesinato de Juan Manuel se produjo un día después de que, con el voto del PNV y el PSE, se aprobara la modificación del trazado de la autovía de Leizarán. La construcción de la autovía provocó la oposición de diversos colectivos políticos y sociales vascos, ligados al mundo independentista. A ellos se sumó con "entusiasmo" la banda asesina, igual que ocurrió con la central nuclear de Lemóniz.

En este caso, el impacto ambiental en el valle de Leizarán, situado entre las provincias de Navarra y Guipúzcoa, fue la bandera que enarboló el independentismo vasco. La banda terrorista se sumó haciendo lo que sabe hacer: asesinar a tres personas y herir a otras nueve, alegando su relación con la construcción de la autovía.

Tras la aprobación de la modificación del trazado, Herri Batasuna colgó unos infames carteles en las calles del País Vasco en los que se podía leer: "Victoria. Ayer ganamos Lemóniz, hoy ganamos la autovía y mañana ganaremos la autodeterminación". A HB se le olvidó mencionar el "detalle" de los muertos y heridos que esas "victorias" habían provocado.

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Recordamos hoy al Policía Nacional D. LUIS ANDRÉS SAMPERIO SAÑUDO, asesinado por la banda terrorista E.T.A.

D. Luis Andrés Samperio Sañudo

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Tenía 37 años. Había nacido en Santiago de Cartes, pero se había criado en Los Corrales de Buelna (Cantabria). El sábado 26 de abril se celebró una multitudinaria manifestación silenciosa en Los Corrales encabezada por la viuda y las hijas de Luis. El agente asesinado llevaba catorce años destinado en el País Vasco, primero en la Brigada de Seguridad Ciudadana y después en la Policía Judicial. Había llegado desde Ávila, donde se formó en la Academia de Policía. En julio de ese mismo año tenía planeado trasladarse con su mujer, María Ángeles Carmona, y sus dos hijas, de 14 y 4 años, a su lugar de origen.

El agente tenía asegurado su traslado en el próximo concurso al contar con los méritos acumulados para poder acceder al mismo. El inspector residía en una manzana de edificios de titularidad municipal que, tradicionalmente, ha servido de residencia para miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado y del Ejército. De hecho, residía en el mismo piso en el que vivió José Amedo Fouce cuando era comisario de Policía en la capital vizcaína. El inspector había sido secretario general del Sindicato Profesional de la Policía (SPP) en el País Vasco hasta que dejó el cargo en las últimas elecciones sindicales.

El 24 de abril de 1997 ETA asesinaba en Bilbao de un tiro en la nuca al inspector de Policía LUIS ANDRÉS SAMPERIO SAÑUDO. Eran aproximadamente las dos y media de la tarde. Dos terroristas a cara descubierta esperaron a que el agente se aproximara al portal de su domicilio, situado en la Avenida de Madariaga del barrio bilbaíno de Deusto. En ese momento uno de los etarras le disparó, a escasos centímetros de la nuca, un único tiro por detrás que le atravesó la cabeza.

El agente regresaba a su domicilio a comer después de terminar su jornada habitual como miembro del Grupo de Estupefacientes de la Brigada de Policía Judicial del Cuerpo Nacional de Policía. Luis volvió solo, una circunstancia poco habitual en él, ya que era consciente de ser un posible objetivo de la banda terrorista. Además, era extremadamente cuidadoso con sus medidas de autoprotección y habitualmente se trasladaba a su domicilio en un vehículo camuflado en compañía de otros agentes. Según testimonios de los vecinos, el inspector asesinado nunca salía del portal de su casa hasta que no aparecía para recogerle un coche camuflado.

Por otra parte, era la víspera de la "jornada de lucha" convocada por ETA y secundada por Herri Batasuna en todo el País Vasco, por lo que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado estaban en alerta por lo que pudiera suceder.

La mujer de Luis, María Ángeles Carmona, narró en la película Trece entre mil (Iñaki Arteta y Alfonso Galletero) el momento del asesinato de su marido:

Yo estaba en mi casa dando de comer a mis hijas. Estábamos comiendo el postre y de repente hizo "boom", aquello resonó por la escalera como... Se paró el corazón ¿sabes? (...) Eché a correr hacia la primera ventana para asomarme y vi tirado en el suelo a mi marido. La calle absolutamente vacía, no había nadie (...) Dije: ‘María Ángeles, tienes que ayudarle’ (...) y no sé cómo ni de qué manera cogí el teléfono y marqué un número de teléfono para que me mandaran una ambulancia (...) Mis hijas me preguntaban: ‘Mamá ¿qué ha pasado?’ (...) ‘Nada, hijas, que papá está herido, no pasa nada’. Colgué el teléfono y dejé a mis hijas solas y les dije: ‘No os asoméis a la ventana’ y bajé a ver a mi marido. Cuando le vi me di cuenta que estaba muy mal.

Tras el disparo, los dos etarras huyeron a pie y amenazaron a varias adolescentes que se encontraban en las inmediaciones, conminándolas a que se taparan la cara para que no pudieran reconocerlos. Al llegar a una bocacalle próxima se montaron en un Renault 19 conducido por otro terrorista. El vehículo fue abandonado poco después a un kilómetro de distancia del lugar en el que se produjo el asesinato de Luis. Artificieros de la Policía Nacional colocaron dos cebos explosivos en el coche ante la posibilidad de que contuviera algún tipo de artefacto preparado para explotar, como había ocurrido otras veces.

Uno de los autores del asesinato, el etarra Óscar Barreras Díaz, había estado sometido a vigilancia por parte de la Ertzaintza desde hacía varios meses, lo que no impidió que cometiera el atentado. Fue detenido pocas horas después, el 25 de abril, y condenado en 1999 a 27 años de reclusión por el asesinato de Luis, y a 8 años por un delito de pertenencia a banda armada. Según contó El País, citando fuentes policiales, Barreras fue detenido al salir de una herriko taberna. Cuando los agentes le informaron de los cargos que pesaban sobre él, perdió el control, y se orinó y defecó encima. Hasta el momento de su detención, no constaba que este valiente asesino tuviese relación con ETA, aunque sí estaba controlado por su participación en altercados callejeros, su relación con Jarrai y Gestoras Pro Amnistía, y porque estaba cumpliendo una condena de dos años en la cárcel de Basauri por declararse insumiso al servicio militar. Estaba ya clasificado en tercer grado penitenciario y asesinó a Luis Samperio aprovechando un permiso de siete días.

El otro supuesto autor material del atentado, Salvador (Gaizka) Gaztelumendi Gil, alias Andoni, no pudo ser juzgado pues falleció en un enfrentamiento con la Guardia Civil en Bilbao en septiembre de 1997, en el que también murió otro integrante del grupo Vizcaya de ETA, José Miguel Bustinza Yurrebaso, alias Ivan. Ambos tenían sobre sus espaldas un gran número de asesinatos y eran del núcleo duro del grupo Vizcaya. Bustinza Yurrebaso, por otra parte, fue de los etarras que, tras ser deportado a Cabo Verde en 1989 y pasar una temporada de "descanso" en su actividad criminal, volvió a reintegrarse en un grupo operativo de la banda terrorista.

Sobre cómo ha sido su vida tras el asesinato, María Ángeles Carmona contó en Trece entre mil que lo que ella sacó "de todo esto es una gran fuerza, creo que habrá poco en este mundo que ya me pare (...). Ha habido más víctimas detrás, como las que hubo delante de mi marido, esas familias van quedando ahí, aisladas y no se vuelve a hablar de ellas. Yo no sé hasta qué punto estoy olvidada, digamos que nadie se ha vuelto a preocupar de mí o a preguntar por mí".

El 24 de abril de 2010, 13 años después del asesinato de Luis, se inauguró un monolito en recuerdo y homenaje al agente asesinado en Los Corrales de Buelna, localidad donde se crió. Además, el Complejo Deportivo Municipal llevará su nombre. Al acto asistió la familia, entre ellos su hermano, Joaquín Samperio Sañudo, que declaró que "se trata de rendir homenaje a una persona, mi hermano, a mil muertos y a todas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Al menos así lo ve la familia. Un homenaje a tantas y tantas familias que han padecido esa lacra".

En relación al último alto el fuego anunciado por la banda asesina el 10 de enero de 2011, Joaquín Samperio mostró su escepticismo en El Diario Montañés (11/01/2011): "de esta farsa me río porque otra vez, una vez más, vuelven con lo mismo. No quieren la paz, son una mafia y como tal sólo buscan matar". Joaquín no se cree en absoluto que la tregua sea de verdad: "hoy dicen que hacen un alto el fuego pero, sin ir más lejos, el pasado sábado la policía francesa estaba persiguiendo etarras que se habían saltado un control". Además, no descarta que ésta sea "una nueva estrategia para rearmarse. A veces no sé si pensar que lo que hacen es cachondearse o vacilarnos a todos. No hay que olvidar lo que hicieron con el último alto el fuego para después poner una bomba en la T4 y matar a dos personas" y asegura que "cualquier gobierno democrático lo que tiene que exigir es que entreguen las armas. Eso es lo único que vale".

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Recordamos hoy a los Policías Nacionales D. BONIFACIO MARTÍN HERNANDO, D. JULIÁN EMBID LUNA y D. FRANCISCO MIGUEL SÁNCHEZ, asesinados por la banda terrorista E.T.A

D. Bonifacio Martín Hernando

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De 58 años, era natural de Sanchorreja (Ávila), donde pasaba largas temporadas y donde sus paisanos le recordaban como una persona "buenísima, bromista y muy querido". Estaba casado con Carmen y tenía dos hijas, Leticia y Ana, de 25 y 24 años. Ingresó en el Cuerpo Nacional de Policía en 1971 y, desde 1974, estaba destinado en Pamplona. En el momento de su asesinato estaba destinado en la Brigada de Extranjería y Documentación.

Más de mil personas le dieron el adiós en su localidad natal con pancartas en las que se podía leer "Boni, Sanchorreja te quiere". En diciembre de 2003 el Ayuntamiento de Sanchorreja nombró a Bonifacio hijo predilecto de la localidad. Al acto acudieron su viuda y sus dos hijas que, posteriormente, descubrieron la placa con el nombre del agente asesinado y que da nombre a la calle en la que vivía.

D. Julián Embid Luna

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De 53 años, era de Sabiñán (Zaragoza). Estaba casado y tenía dos hijos. Destinado en Pamplona desde 1983, había ingresado en el Cuerpo Nacional de Policía en 1974. Residía en la localidad de Cizur Mayor (Pamplona) y en el momento de su asesinato, igual que Bonifacio, trabajaba en la Brigada de Extranjería y Documentación. En la manifestación de repulsa por su asesinato, su hija Ana, dijo: "... todo cambia en un segundo por culpa de gente que se cree que en Navarra sólo existen ellos, a los que debemos respetar y permitir todo lo que hagan.

Ante ellos, los demás navarros somos de categoría inferior y no tenemos derecho a la vida ya que ellos nos la arrebatan. Pero una cosa os vamos a decir: seguimos vivos, nos vais a seguir viendo, a la hora de la compra, a la hora del café, en cualquier actividad cotidiana (...) Seguiremos en nuestra tierra, Navarra, que Boni y Julio sentían suya". Su localidad natal, Sabiñán, le dedicó un homenaje en el aniversario de su asesinato y se instaló una placa de recuerdo en la que se podía leer "A la memoria de Julián Embid Luna, el Juli". Además, el agente fue nombrado hijo predilecto y el municipio le dedicó un parque infantil.

D. FRANCISCO MIGUEL SÁNCHEZ

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De 32 años, casado y con dos hijos de corta edad, era natural de Villaverde del Río (Sevilla). Con motivo del 25 aniversario del asesinato, y durante los actos de homenaje que organizó el colectivo Libertad Ya en Pamplona, Verónica, hija de Francisco, afirmo que "todo se supera con esfuerzo" y que "siempre quedan los recuerdos", pero destacó que "no olvidamos". Además, aludió a los asesinos y señaló que "nunca serán personas, sólo animales con ganas de destruir". Asimismo, abogó por "la desaparición de la violencia" y señaló que "quienes les aplauden y no condenan los actos de los terroristas son igual que ellos".

Apenas tres horas después, en torno a las 21:40 horas de ese 30 de mayo de 1985, un niño de 13 años, ALFREDO AGUIRRE BELASCOÁIN, y el policía nacional FRANCISCO MIGUEL SÁNCHEZ, son asesinados en Pamplona al hacer explosión un artefacto preparado contra la Policía Nacional. En el mismo atentado también sufrieron heridas de gravedad otros tres policías nacionales: Manuel Tello Barranco, Alfonso Quintá Expósito y Manuel Barrigas Villar.

Poco antes de las nueve y media de la noche se recibió una llamada de auxilio en el 091 de Pamplona para que fuesen cuanto antes al número 16 de la Bajada de Javier, como se conoce en Pamplona a la calle Bajada de San Francisco Javier. Al parecer, y según esa llamada, un drogadicto estaba pegando a su madre. El comunicante urgió a que fuesen cuanto antes, porque la iba a matar. Cuando llegaron los dos coches zeta de la Policía Nacional al casco viejo, hizo explosión una bomba colocada en una bolsa de basura junto a una farmacia.

La bolsa la había dejado minutos antes la asesina Mercedes Galdós Arsuaga, simulando ser una mujer embarazada. En el momento de la explosión, Alfredo, que acababa de guardar su bicicleta, estaba llamando por el telefonillo del domicilio de una vecina, donde estaba su madre. El niño fue alcanzado de lleno y murió en el acto. Francisco Miguel Sánchez, herido grave, fue trasladado junto a sus compañeros al Hospital de Navarra. Falleció nada más ingresar debido a las importantes heridas y mutilaciones que sufría.

La zona, en el casco viejo pamplonica, se encontraba a esa hora llena de ciudadanos que habían acudido a visitar las casetas de la Feria del Libro, instalada en las proximidades. La bomba originó la rotura de los cristales de las viviendas próximas, así como de los vehículos aparcados en las inmediaciones. Al ser una calle muy estrecha, la onda expansiva provocó importantes daños en algunos de los pisos situados sobre la farmacia.

La madre de Alfredo, Carmen Belascoáin, que se encontraba en casa de la vecina a cuya puerta llamó el chaval por el telefonillo, bajó como una loca a la calle al oír la explosión. Con motivo del 25 aniversario del asesinato contó por primera vez en El Diario de Navarra (30/05/2010) como vivió esos momentos:

Mi marido y yo estábamos dando una vuelta por el Club Natación, éramos socios. Él estuvo un rato allí y luego subió a casa y cogió la bici. Cuando llegamos a nuestra calle, estaba andando en bicicleta (...). Nosotros vivimos en el 13 de la calle y es en el número 16 donde pasó todo. Allí vivía una amiga mía con su madre, que era una mujer mayor, de unos 80 años. Mi marido y yo subimos un momento porque me había pedido que le pusiera unas flores en un jarrón. Yo tenía mucha maña. Estaba colocándolas y Alfredico se había ido a dejar la bici en la bajera. La guardábamos ahí. Entonces oí dos timbrazos de abajo. Siempre, cuando era alguien de casa, llamábamos con dos timbrazos, para saber que era de la familia. Nada más oírlos, acto seguido, fue el boom. Tremendo, una explosión muy fuerte (...). Bajé como una loca al portal y estaba todo destrozado. En la puerta había un cuerpo tendido. Yo creí que era mi hijo y lo cogí en brazos. Pero no era Alfredo. Era el policía. Entonces levanté la vista y vi, allí, en medio de la calle... a mi hijo. Estaba tirado. Con una bota de deporte que había estrenado aquel día; se le había caído, estaba allí, a su lado. Estaba sangrando. Corriendo, lo cogí y le dije: ‘Hijo mío, qué te han hecho. ¿Qué te han hecho?’. Pobrecico. Yo creo que aún estaba vivo porque todavía movía la boca. Todavía movía la boca... Pero claro, se desangró. Era todo un reguero de sangre (...). Después de eso ya tengo todo más borroso en la mente. Recuerdo que quería ir con él en la ambulancia, pero no me dejaron. Ya no volví a ver a mi hijo.

En su comunicado de reivindicación la banda asesina ETA calificó la muerte de Alfredo de "accidental" e, incluso, expresaba su "tristeza" por el crimen. En 1987 la Audiencia Nacional condenó a Mercedes Galdós Arsuaga, Juan José Legorburu Guerediaga y José Ramón Artola Santiesteban a sendas penas de 85 años por dos delitos de asesinato, uno de ellos con alevosía y premeditación, y por tres delitos de asesinato en grado de frustración.

En la entrevista en El Diario de Navarra, la madre de Alfredo contó que "lo que más duro me ha resultado es haber vivido la salida de la cárcel de la asesina de mi hijo, Mercedes Galdós. Toda jocosa y feliz, con la gente esperándola para recibirla como si fuera una heroína. Eso lo he sentido como imperdonable. Ahora no sé si se cumplen más años, pero entonces... Le echaron muchísimos y ¿cuántos pasó? Ni lo sé. Cada vez que pienso en eso lo quiero olvidar. Dicen que le redujeron la condena por buena conducta. Y yo escucho eso y me río, buena conducta, qué querían si no, ¿que se liara a tiros allí dentro, en la cárcel?".

El viernes 30 de mayo de 2003, la banda terrorista ETA asesinaba en Sangüesa (Navarra) a los policías nacionales BONIFACIO MARTÍN HERNANDO y JULIÁN EMBID LUNA, segunda y tercera víctimas mortales de las tres que la banda asesinó ese año. El 8 de febrero había sido tiroteado en un bar de Andoain (Guipúzcoa) Joseba Pagazaurtundúa.

El atentado se produjo en torno a las doce y media de la tarde en la céntrica plaza de Santo Domingo en Sangüesa. Hasta ahí habían acudido, a primera hora de la mañana, tres policías nacionales para facilitar a los vecinos de la localidad la renovación del DNI. Sangüesa tiene apenas cinco mil habitantes y se encuentra a unos 50 kilómetros de Pamplona, en la frontera con Aragón. Era un servicio que los agentes prestaban periódicamente, cada varias semanas, en la Casa de Cultura del municipio. De esa forma evitaban a los vecinos la molestia de tener que desplazarse hasta Pamplona a hacer las gestiones. Para que los vecinos pudieran pedir cita, la visita era anunciada públicamente con días de antelación en el Ayuntamiento.

Tras aparcar su coche en la plaza de Santo Domingo, un punto céntrico que hace las veces de aparcamiento, los tres agentes trabajaron durante toda la mañana en la Casa de Cultura, situada a escasos metros del vehículo. Ahí estuvieron atendiendo al público hasta pasado el mediodía. Al terminar su trabajo, volvieron a la plaza y entraron en el vehículo para regresar a Pamplona. Al accionar el contacto, estalló una potente bomba-lapa que los terroristas habían adosado en los bajos. El artefacto consistía en una fiambrera con unos tres kilos de dinamita de tipo Titadyn. Los terroristas, presumiblemente avisados de la visita de los policías, habían colocado el artefacto a lo largo de la mañana en los bajos del vehículo. La potente deflagración destrozó completamente el vehículo, que incluso se elevó unos metros por encima del suelo para terminar cayendo envuelto en llamas y despidiendo una intensa columna de humo. Bonifacio y Julián, que ya se habían sentado en los asientos delanteros del coche, fallecieron en el acto despedazados por la explosión.

El tercer agente, Ramón Rodríguez Fernández, de 44 años y natural de Granada, pudo salvar su vida al no haberse montado aún en el vehículo cuando se produjo la explosión. No obstante, sufrió heridas muy graves en sus miembros inferiores, abdomen y tórax. Ramón recibió rápida asistencia por parte de José Luis Lorenzo, candidato socialista a la alcaldía de la localidad. Lorenzo lo alejó de los restos del vehículo ardiendo y esperó junto a él hasta que pudo llegar asistencia sanitaria. También resultó herido grave Carlos Gallo Vilches, de 37 años, empleado de Telefónica. Fue ingresado en la planta de cirugía cardiovascular del Hospital de Navarra con "sección en tronco tibioperoneo izquierdo", según el parte médico que facilitó el centro sanitario.

El atentado provocó heridas leves por cortes y contusiones a decenas de personas que se encontraban en las inmediaciones de la céntrica plaza donde se produjo la explosión, que causó también cuantiosos daños materiales. Los heridos leves fueron atendidos en el centro de salud de Sangüesa y posteriormente dados de alta.

Minutos después del atentado, la Guardia Civil estableció controles y fuertes dispositivos de vigilancia en los alrededores de Sangüesa, pero los autores del atentado ya habían huido, presumiblemente horas antes. A día de hoy sigue sin saberse quién acabó con la vida de Bonifacio y Julián.

Hasta el lugar del atentado se desplazaron a lo largo del día numerosas autoridades, entre ellas el ministro del Interior, Ángel Acebes, que también visitó a los dos heridos más graves en el Hospital de Pamplona. Estuvieron presentes, además, los principales dirigentes políticos de Navarra, encabezados por su presidente, Miguel Sanz; el presidente del Parlamento foral, José Luis Castejón, y el secretario general del PSN, Juan José Lizarbe.

Una semana después del asesinato de los policías, el Parlamento vasco bloqueó la disolución del grupo de Batasuna, ilegalizado meses atrás, gracias a la oposición del PNV y Eusko Alkartasuna. La oposición de los nacionalistas a cumplir el mandato del Tribunal Supremo de disolver el grupo ilegal Batasuna coincidió en el tiempo con la decisión de la Unión Europea de incluir al partido proetarra en la lista pública de organizaciones terroristas. Juan María Atutxa, presidente del Parlamento vasco en esos momentos, sería condenado en 2008 por un delito de desobediencia a la autoridad judicial.

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Recordamos hoy al Policía Nacional D. LUIS ORTIZ DE LA ROSA, asesinado por la banda terrorista E.T.A.

D. Luis Ortiz de la Rosa

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Tenía 33 años. Ese día estaba fuera de servicio, pero se ofreció a ayudar a sus compañeros organizando el perímetro de seguridad. Natural de San Martín de Valdeiglesias (Madrid), donde residía y donde fue enterrado, estaba casado y era padre de una niña de año y medio. Su viuda declaró a El Mundo pocos días después del atentado que hubiese preferido que su marido "hubiese salido en dirección contraria, que hubiese sido un cobarde, pero que estuviera aquí conmigo y con la niña". Ortiz de la Rosa había salido de la Academia de Policía en 1996, de donde pasó a prestar servicio en la Comisaría del distrito Centro. En enero de 2001 fue destinado en la comisaría del madrileño distrito de La Latina, donde desempeñaba su trabajo cuando fue asesinado.

Veinte años después, el domingo 10 de julio de 2001, la banda terrorista ETA colocaba en el madrileño barrio de Aluche un coche-bomba. Posteriormente, minutos antes de las 20:00 horas, los etarras avisaron de la colocación del mismo mediante llamada telefónica al servicio de urgencia 091 de la Policía Nacional, a la Policía Municipal y a los Bomberos. Se procedió a acordonar la zona y a evacuar parcialmente los edificios colindantes a la calle Ocaña, donde los terroristas habían aparcado el coche cargado de explosivos. Sin embargo, cuarenta y cinco minutos después de recibirse la llamada, el coche-bomba explotó activado por un temporizador, alcanzando de lleno al policía nacional LUIS ORTIZ DE LA ROSA que participaba en el desalojo de la zona y revisaba matrículas intentando localizar el vehículo sospechoso. El agente falleció en el acto al recibir todo el impacto de la onda expansiva.

La explosión provocó, además, heridas de diferente consideración a veinte personas, además de importantes daños materiales en los inmuebles y comercios cercanos. Al menos nueve viviendas resultaron afectadas en su interior y la casi totalidad de las fachadas de los edificios de la calle quedaron destrozadas. Trece personas necesitaron atención médica en el lugar de los hechos y varias de ellas tuvieron que ser trasladadas a diferentes hospitales. Ninguno de ellos resultó herido de gravedad. Según informó el Ministerio del Interior, la rápida actuación de los servicios policiales tras la llamada telefónica evitó una verdadera matanza en el barrio.

El coche-bomba, cargado con 40 kilos de explosivo, había sido estacionado en la calle Ocaña, en uno de los laterales del edificio de la subdirección general de informática del Ministerio de Justicia. El titular de este departamento, Ángel Acebes, indicó que todo hacía sospechar que este edificio era el objetivo de los etarras. En las inmediaciones del edificio hay una parroquia en la que, en el momento de la explosión, se acababa de celebrar misa.

El coche utilizado por los terroristas para el atentado era un Peugeot 205 rojo robado en el mes de marzo en el barrio de Moratalaz en Madrid, barrio en el que el grupo Madrid de ETA robó gran parte de los vehículos utilizados en los atentados de los años anteriores. Los terroristas contaban con una amplia y segura infraestructura en la Comunidad de Madrid, con pisos francos y varios garajes. El hecho de que el vehículo utilizado en el atentado que costó la vida a Luis Ortiz de la Rosa estuviera denunciado desde marzo como robado, dejaba claro que la banda terrorista tenía dónde esconder los coches durante meses con plenas garantías de que no serían descubiertos. El coche-bomba que acabó con la vida de Luis Ortiz de la Rosa era el sexto que la banda terrorista colocaba en Madrid desde que decretase el fin de la tregua en noviembre de 1999, siendo el primero el colocado el 21 de enero de 2000, que acabó con la vida del teniente coronel Pedro Antonio Blanco García.

La capilla ardiente del policía asesinado fue instalada de madrugada en la Delegación del Gobierno. A la misma acudió el presidente del Gobierno, José María Aznar, que colocó sobre el ataúd la Medalla de Honor al Mérito Policial concedida a título póstumo. El 11 de julio el féretro con sus restos mortales fue recibido por más de mil personas en la plaza del Ayuntamiento de San Martín de Valdeiglesias. La entrada del ataúd en la Iglesia parroquial fue acompañada por fuertes aplausos mientras la Banda de la Policía Nacional interpretaba la marcha fúnebre Piedad.

La Audiencia Nacional condenó en 2004 a sendas penas de 83 años de cárcel a los etarras Ana Belén Egüés Gurruchaga y a Aitor García Aliaga. En septiembre de 2010 fue condenado a 83 años de cárcel, como coautor de este atentado, el etarra Gorka Palacios. Los magistrados consideraron probado que el exdirigente etarra participó, junto a sus compañeros del grupo Madrid de ETA ya condenados, Aitor García y Ana Belén Egües y otras personas "no identificadas" en la elaboración del artefacto explosivo colocado en el coche-bomba, y fue además quien recabó toda la información del lugar para perpetrar el atentado. Fue la primera condena de Palacios en España después de que fuera entregado temporalmente por las autoridades francesas en marzo de 2010. Gorka Palacios fue detenido en 2003 en Francia acusado de ser el jefe militar de la banda armada, por lo que fue juzgado junto al exdirigente Juan Ibon Fernández Iradi, alias Súsper y condenado en noviembre de 2009 a 18 años de prisión por el Tribunal de lo Criminal de París.

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Recordamos hoy al Policía Nacional D. DEOGRACIAS HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, asesinado por la banda terrorista el G.R.A.P.O.

D. Deogracias Hernández Rodríguez

Un policía nacional de veinticinco años, Deogracias Hernández Rodríguez, resultó muerto de un disparo, ayer por la tarde, cuando se hallaba de centinela en la puerta de la comisaría de Universidad, en la calle de Rey Francisco, 15, de Madrid. Dos o tres individuos dispararon contra él desde un coche en marcha.

En la fachada de la comisaría se advierten con claridad al menos cinco de los impactos de las balas. Otras penetraron en el interior del recinto y una se incrustó en el cuerpo del policía, a la altura de la axila izquierda, sin orificio de salida, le atravesó el tórax transversalmente y debió afectarle varios órganos vitales, según fuentes de la clínica de la Concepción, donde fue trasladado por sus compañeros.El atentado se produjo a las cuatro de la tarde. Dos o tres personas efectuaron disparos con una metralleta desde un taxi Seat 132.

Según la versión recogida en el lugar del atentado, por medio de algunas personas que oyeron los comentarios de los compañeros del fallecido, delante iba un Seat 127, que ocuparon los autores, tras abandonar el taxi, casi inmediatamente después de realizar los disparos.

Según Efe, un compañero de Deogracias vio la metralleta y gritó a éste: «Tírate, tírate al suelo. »

La operación de búsqueda de los autores estuvo orientada ayer por la tarde en dirección a localizar ambos vehículos citados. Por una parte, y según Europa Press, varios vehículos policiales persiguieron un Seat 127 azul, visto por las inmediaciones de la glorieta de Atocha. Efe precisa que los autores, a bordo del citado coche, pasaron por el scalextric de esa misma glorieta perseguido por vehículos de la policía.

Por otra parte, a las siete menos cuarto de la tarde, el servicio policial central de radio de los coches-patrulla ordenaba la persecución de «taxi modelo 132, matrícula M-5415-DF, en el que viajaban los autores del atentado por la calle de María de Molina». Un portavoz de la Dirección de la Seguridad del Estado informó a EL PAIS más tarde que «no había ninguna novedad» respecto al atentado o la localización de los autores. Ayer por la mañana fue robado un taxi, al parecer modelo 124, pero se especulaba con la posibilidad de que fuera el mismo,

Deogracias Hernández era natural de Tulneja (Las Palmas) y pertenecía a la tercera compañía de la decimocuarta bandera, con guarnición en Madrid. Su siguiente destino previsto era el de la 16 compañía de la Reserva General, en Pamplona, a partir del 1 de agosto próximo. Se encontraba en Madrid en período de prácticas desde el pasado 1 de abril, en que salió de la Academia, de la Policía Nacional. Estaba casado desde hace dos meses, no tenía hijos y anteriormente ejerció como administrativo.

El atentado ha quedado bajo la jurisdicción de ¡a autoridad judicial civil. El cadáver del policía nacional será trasladado a Canarias. La muerte de Deogracias Hernández "debió ser prácticamente instantánea», informaron en La Concepción, «ya que tardaron unos siete minutos en traerlo y ya llegó cadáver».

La esposa del fallecido, Luisa Barragán, acudió a la clínica a las seis menos cuarto de la tarde, aproximadamente. La joven canaria no conocía aún la muerte de su esposo. La trágica noticia le fue dada por el coronel de la Policía Nacional que salió a recibirla, y la joven esposa se arrojó llorando en sus brazos.

A la clínica de la Concepción acudieron ayer el ministro del Interior, Antonio Ibáñez Freire; el director de la Policía, José Sainz, y el gobernador civil, señor Rosón.

El señor Ibáñez Freire dijo que «se sospecha de que grupo se trata, pero no podemos dar ninguna impresión sobre la identidad de los autores». Respecto a si podía tratarse de una respuesta de los GRAPO, tras las medidas tomadas los últimos días, respondió que «el posible grupo podría dar respuesta, porque ya lo había hecho en dos ocasiones desde que salieron esas normas, pero la respuesta la daremos nosotros». Y añadió que la detención de estos grupos «es más problema de investigación que de refuerzos de efectivos policiales».

A primera hora de la noche, Efe señaló que el médico forense había realizado la autopsia del cadáver.

La capilla ardiente se ha instalado en la Academia Especial de la Policía Nacional, en Canillas.

Fuente.

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Recordamos hoy a los Policías Nacionales D. AGUSTÍN RUIZ FERNÁNDEZ DE RETANA y D. DIONISIO REY AMEZ, asesinados por la banda terrorista E.T.A.

D. Agustín Ruiz Fernández de Retana

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De 43 años y soltero, era natural de la localidad alavesa de Mendoza. Estaba destinado en las oficinas de expedición del Documento Nacional de Identidad en la comisaría de la Policía Nacional de Vitoria. Era, además, colaborador directo de la gobernadora civil de Álava, Alicia Izaguirre. El 30 de julio se celebró en Vitoria el funeral por su alma.

Ese mismo día 29 de julio de 1985 por la noche, la banda terrorista ETA asesinaba en Vitoria, de un tiro en la nuca, al subcomisario del Cuerpo Superior de Policía AGUSTÍN RUIZ FERNÁNDEZ DE RETANA cuando se dirigía en compañía de unos amigos a un bar del centro de Vitoria. Varios individuos le abordaron por detrás y uno de ellos le disparó un único tiro en el cuello. La víctima cayó mortalmente herida, en medio de un gran charco de sangre, mientras los agresores emprendían la huida a pie.

El cuerpo de Agustín fue recogido por miembros de la propia Policía Nacional, que lo trasladaron hasta el Hospital General Santiago Apóstol, de Vitoria, donde ingresó cadáver.

En el momento de producirse el atentado la calle, situada en las inmediaciones del casco antiguo de Vitoria, estaba muy concurrida. Uno de los amigos que iba con él esa noche, y que presenció su asesinato desde unos metros detrás de él, señaló que "se trataba de una persona maravillosa, incapaz de hacer mal a nadie, y a quien todos querían mucho. Todos los días tomaba vinos por esta zona, y nunca nos había comentado que tuviera miedo o se sintiera amenazado". Agustín solía ir desarmado cuando salía por las noches, a pesar de que había recibido amenazas de ETA. Al frecuentar siempre la misma zona de bares de la capital alavesa, era un blanco fácil de la banda asesina.

En 1987 la Audiencia Nacional condenó a los etarras Ricardo Izaga González, alias Txomin, y Jesús Díaz de Heredia Ruiz de Arbulo, alias Josu, a 29 años de reclusión mayor por el asesinato del subcomisario de Policía. Ambos fueron detenidos en febrero de 1986 en Vitoria. Izaga González fue excarcelado en 2002. Jesús Díaz de Heredia Ruiz de Arbulo tenía fijada la fecha de excarcelación para octubre de 2009, pero la aplicación de la doctrina Parot ha retrasado su salida hasta febrero de 2016.

D. Dionisio Rey Amez

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Era policía nacional retirado. Natural de León, tras su fallecimiento fue trasladado a su tierra natal, donde fue enterrado.

El 2 de agosto de 1979 falleció en la residencia Francisco Franco DIONISIO REY AMEZ, cuatro días después de que estallase en Atocha la tercera bomba de una cadena de atentados indiscriminados de la banda terrorista ETA en el aeropuerto de Barajas y las estaciones de tren de Chamartín y Atocha. La bomba de esta última estación alcanzó de lleno a tres miembros de una misma familia: Guadalupe Redondo Vian, que falleció en el acto, su marido Dionisio Rey, que lo haría cuatro días después, y la hija de ambos, Carmen Rey Redondo, que consiguió sobrevivir pese a la gravedad de sus heridas.

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